Fin del
curso de informática. Son las siete y media de la mañana y aquí no hay ni el
tato. Esperamos y comenzamos sobre las ocho y media. Entrega de diplomas y como
no, unas palabritas del niño en francés. A continuación, gratificación a los
monitores de las colonias, otras palabras (repito las mismas), y me voy con
Teresa andando a su casa. La parte de andar por las calles me encanta. Pero
vuelvo a no poder echar fotos.
Día con
la familia de Teresa, su casa, la casa de la abuela, el trabajo de papá Gui, la
granja, el terreno, caminos hechos polvo, …¡maravilloso!, pero ya sé que todo
esto siempre indica despedida.
Por la
noche, a preparar el material sobrado para dejárselo a las niñas para sus
colonias. Además, hay que terminarle una pulsera a Teo.
¡Sonia, he encontrado tu pelota! No les eches las culpas a mis hermanos.
El
domingo se levanta lluvioso. Hago las cuentas con Piedad de todo lo que hemos
conseguido reunir, y distribuimos según necesidades.
Teresa
y yo nos vamos con Pauline a dar la comunión a los enfermos. Es duro ver las
realidades, ver “las casas” donde viven, ver sus heridas, tanto las
externas como internas. Es duro.
Voy
chorreando. Antes de entrar en cada casa me tengo que escurrir la ropa. El
chubasquero sólo me cubre la parte de arriba. Pero muchos niños, muchos, están
en las calles jugando. Sencillamente se han quitado las ropas para no mojarlas,
y están jugando.
Vuelta
a casa que hoy voy a comer con las niñas en Ndog-passi. Vienen a recogerme
andando, pero nos vamos en “la picota de Castillo”. Llegamos, compartimos
experiencias, y a comer. Vuelvo a estar “entre todas las mujeres”. Helado de
yogurt hecho por una postulante (receta de Castillo) y a hacer pulseritas.
Enseño a mis compañeras a hacerlas, y le dejamos el material para que ellas las
hagan con las niñas. Me tengo que ir, se va a hacer de noche y hay que ir y
ellas volver. No me quiero ir. He estado poco tiempo con ellas.
Al
llegar a casa me está esperando Miguehe para comer con su familia. El
tradicional pescado y mi Carlitos Nelson que no quiere que me vaya. Llora y
patalea. Sabe que me voy por tiempo (¿quién sabe cuánto?), y aunque se le diga
que me voy a ver a Sarita, él dice que se viene también.
En casa
comienzo a preparar la maleta. A Teresa le da tanta pena que se va corriendo a
su habitación. Normal.
Ya es
lunes y a la noche me voy. No quiero. Puede que suene mal, pero no quiero. Los que
habéis estado aquí me comprendéis. El día transcurre entre las últimas compras
y muchas visitas para despedirme. Lo más bonito son los niños que vienen a
verme. La pena, que me voy; el niño bonito de Isa, la de la muñeca de Julia, la
ahijada de mis primos, varios monitores, madres de niños, los vecinos del
barrio…
Pauline,
Castillo, Piedad, Teresa y yo, camino del aeropuerto. Hay pocas palabras. Dejan
entrar a Piedad y a Teresa, y me acompañan hasta pasar yo la aduana. Antes he
salido a despedir a las hermanas. Así que la despedida tiene que ser rápida.
Eso es bueno, mi Teresa no lo pasará tan mal. Ni yo.
Gracias
por todo, Hermanas, gracias.
Teresa,
te quiero mi niña.
Vuelvo
a mi casa, a mi otra casa.
La verdad es que después de leer esta página, de ver tu experiencia y de acordarme de lo que yo he vivido allí, no me salen palabras, sino silencio profundo y emoción...aquello tiene algo especial y la gente es especial. Haber si ellos con sus valores nos hacen despertar de la crisis...
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