Sabado 8-8-09

Noche tranquila, aunque con mucha lluvia. Nos levantamos un poco mas tarde que de costumbre y desayunamos tranquilamente. Después nos hemos ido a la ceremonia de profesión de votos perpetuos de 3 miembros de la congregación del Verbum Dei, dos hombres y una mujer. Ha sido una experiencia muy bonita. Una celebración africana por todo lo alto. Más de dos horas y media, y no nos hemos enterado. En la última parte de la ceremonia religiosa, entrega de regalos como se hace aquí en África: los portadores se van acercando a los homenajeados con un bailecito suave pero lleno de ritmo, desde todas las partes de la iglesia, hasta que les entregan el presente en mano. Durante la misa ha caído un verdadero diluvio, y en el momento de la consagración un descomunal trueno nos ha hecho saltar del susto. Al salir, las calles estaban inundadas, pero con nuestro Mitsubishi Pajero hemos llegado sin problemas al lugar de la celebración, la casa de la comunidad del Verbum Dei. Allí nos han obsequiado con un baile tradicional africano, y después hemos pasado al comedor. Qué rico estaba todo, ya tenemos hechos nuestros estómagos a la comida camerunesa: bizcocho de aperitivo, ndolé (del bueno), pescado a la plancha, huevos rellenos, arroz, plátano frito, paté de pistachos y una tarta buenísima. Hemos hablado con un sacerdote de Madrid y otro de Mexico.

Tras la celebración hemos ido a visitar a la familia de Françoise (una religiosa de la comunidad que nos acoge), y allí estaban su madre, su hermana, su cuñada y sus sobrinas: Vicky (a quien Isa enseñó una frase en español: “yo me llamo Vitoti y hago morcillas de arroz) y las dos mellizas de apenas 4 meses que son una belleza Marie Pascalle y Yessica. La mamá de Françoise nos ha ofrecido de comer, pero hemos tenido que rechazarlo porque la fiesta nos había dejado más que saciados.

A la vuelta, hemos comprobado de nuevo que la ciudad está llena de charcos que son casi lagos, y la cuesta de Oyack (la mítica cuesta de tierra llena de baches con la que bailamos en el coche cada vez que la subimos o la bajamos) estaba completamente embarrada. Françoise conducía, de pronto patina una de las millones de motos que circulan por allí con tres o más pasajeros, casi cae delante de nosotros, lo cual nos obliga a parar y al reanudar la marcha el coche empieza a patinar, con el peligro que conlleva el que pueda desplazarse y atropellar a alguna de las millones de personas que suben y bajan la cuesta a todas horas. François está apurada, Piedad suda frío. El coche está atascado y necesita la tracción en las cuatro ruedas. Todos callamos. Los niños de nos saludan (son los hijos de Joseph, que trabaja en el dispensario) nos miran y se extrañan de nuestras caras de pánico. Finalmente el coche sale adelante y todos respiramos profundamente. Al terminar la cuesta y llegar a casa lo celebramos comprando unos plátanos en el puesto de la esquina, porque aquí los plátanos saben a plátano. Mientras estamos escribiendo el blog, Piedad nos avisa de que ha venido a visitarnos madame Jacqueline. Se ha enterado de que hay unos cooperantes españoles en el barrio y quiere darnos la bienvenida. Nos trae incluso un regalito: una botella llena de cacahuetes. ¡Cuánto tenemos que aprender de nuestros vecinos de Oyack!

Bonne nuit et domez bien.