Viernes 2 parte

Pues sí, hemos tomado el coche para ir al oeste. Al subirnos al coche ya notamos un hueco, falta algo; no, no falta algo, falta alguien, nuestra niña Rosario no viene con nosotros. El viaje es peor que la atracción más peligrosa de la feria.
A ver si cambia el panorama; a ver si cambia, a ver …, pues no, no cambia. Sólo lo que se ve en el coche te hace plantearte mil cosas. Carlos mira a Isa, Isa mira a Carlos, “lloramos o aguantamos”. No hablamos, ¿qué se puede decir? Por las carreteras los niños de 3, 4, 5 años cargados hasta las pestañas; salen por la mañana temprano y por la noche siguen estando ahí. En cada metro cuadrado alguien vendiendo fruta, se te echan encima del coche.
Cinco horas de camino. Aparte de todo, el paisaje es precioso, verde y fresco. Llegamos a Bamenyu, nos recibe la hermana Castillo, la hermana Francisca y la hermana Virginie. Nos dan de merendar y nos enseñan la escuela. Aparecen las dos cooperantes que están con ellas, ¡que alegría! ¡hola Leire!, ¡hola Ana! Su labor allí está siendo parecida a la nuestra, ellas tienen las colonias por las mañanas y están empezando a dar clases de informática por las tardes. Te planteas, ¿qué es peor, la situación de los nuestros en la ciudad o la de los suyos en el pueblo? Pues, …¿se puede estar peor? Bueno, ¡¡ánimo chicas que podéis con todo!! Charlamos con ellas un rato, compartiendo experiencias y dificultades, y para la cama. Hace frío, nos tenemos que tapar y todo. Aquí la temperatura es distinta. Nos seguimos acordando de Rosario, hoy no le hemos dado las buenas noches, pero sabemos que desde la distancia las recibe.

Al acostarnos nos hacemos la pregunta: ¿Cómo es posible?, ¿Cómo es posible?, ¿cómo es posible?. Yo no tengo respuesta.